Sí, has leído bien aunque parezca una mala secuela, los nuevos aranceles del 100% a productos chinos. O lo que es lo mismo, si antes un móvil costaba 500 dólares, ahora costará lo mismo que un riñón en el mercado negro de Tatooine.
El objetivo oficial: “defender la industria nacional”.
El objetivo real: que ningún americano vuelva a ver un iPhone, una camiseta de Shein o un cargador USB sin hipotecar su casa.
China, ese gigante que nunca olvida y mucho menos perdona, ha respondido con calma milenaria… y con su propio arsenal de aranceles, claro. Mientras tanto, en Pekín, el Consejo de Comercio del Lado Oriental ha declarado:
“Si quieren jugar a la guerra económica, nosotros traemos los fuegos artificiales.”
Empresas chinas ya están desviando sus exportaciones hacia otros sistemas estelares perdón, mercados como Europa, África y Latinoamérica. Y ojo: Pekín no solo fabrica productos, también fabrica deuda estadounidense. Así que si se cansan, solo tienen que vender unos cuantos bonos del Tesoro y dejar al dólar temblando más que C-3PO en modo pánico.
En los suburbios de Estados Unidos, la Fuerza del descontento se siente fuerte.
Ese ciudadano medio que solo quería comprarse un microondas o un dron para su perro, ahora se enfrenta a precios que parecen sacados de una tienda de Naboo.
Las empresas locales, que supuestamente iban a beneficiarse, ya están descubriendo que fabricar dentro del país cuesta más que un viaje al hiperespacio. Mientras tanto, las pequeñas tiendas online están cerrando una tras otra, víctimas del sablazo arancelario.
La inflación, esa vieja villana de la saga económica, ha vuelto.
Más aranceles = más costes = más precios altos = más cabreo.
Y el Banco Central estadounidense ya prepara su sable de interés para intentar contenerla.
Pero esta claro, subir los tipos otra vez podría paralizar la economía, así que el Imperio está atrapado entre dos opciones:
A) Dejar que el dólar se derrita.
B) Provocar una recesión digna de un final de temporada.
Mientras tanto en Europa observa desde su trinchera comercial, con una copa de vino y una ceja levantada:
“Otra vez los americanos jugando con fuego…”
El resto del mundo se prepara para el tsunami económico, e aquí que en América "Latina" o más bien Hispana, podría beneficiarse vendiendo más materias primas. Por el otro lado tenemos a África mientras se frota las manos ante las nuevas oportunidades industriales.
Y las criptomonedas... bueno, ellas ya están sacando palomitas, porque cada vez que los gobiernos se pelean, Bitcoin sube de nivel como un Jedi en entrenamiento.
Los sabios del comercio internacional Jedi, también conocidos como burócratas con corbata han advertido:
“Los aranceles del 100% no protegerán a nadie. Solo harán que todos gasten más y ganen menos.”
Pero claro, ¿desde cuándo los políticos escuchan a los Jedi de la economía?. Así que el universo comercial se encamina hacia una nueva guerra de precios, tensiones y memes sobre Made in China.
Y porque no un Epilogo de película: El Imperio del Caos Contraataca
El 2025 se perfila como el año en que los aranceles se convirtieron en el nuevo sable láser económico.
El problema es que, como todo sable láser, corta por ambos lados.
Y mientras los líderes de ambas potencias juegan al ajedrez con la economía global, los consumidores como siempre, son los que terminan en el tablero.
Porque al final, en esta galaxia llamada Tierra,
los aranceles no protegen… solo encarecen.
