Ah, Panamá. Tierra de sombreros que no se hacen en Panamá, bancos con mucho “discreción” y ahora, el nuevo paraíso de las criptomonedas…pero reguladas. Sí, reguladas. Es decir, eso que muchos criptofanáticos consideran una herejía contra el sagrado principio de “¡sé tu propio banco!”, pero que el gobierno panameño ve como una gran oportunidad para decir “haz lo que quieras con tus tokens, siempre y cuando me pagues mi parte.”
Y así, en un giro tan sorprendente como que el sol salga por el este, la Ciudad de Panamá anunció que ahora se pueden pagar impuestos municipales con criptomonedas. Sí, leíste bien. Puedes pagarle al Estado con tu Ethereum, tu Bitcoin o incluso con ese token que compraste a las 3 a.m. porque un influencer con gafas futuristas te dijo que “iba a la luna”.
¿Pero qué implica esta regulación, Básicamente, que Panamá le dice “hola” a la legalidad cripto, pero sin besarla en la boca. No es una adopción total estilo El Salvador con sus "Bitcoin bonds y volcanes mágicos", pero sí lo suficiente como para hacer que los inversionistas presten atención… y que el fisco afile la calculadora.
El objetivo oficial es “modernizar el sistema tributario” y “adaptarse a las nuevas tecnologías financieras”. Pero el objetivo real “¿cómo hacemos para que estos locos que se hicieron millonarios con memes me den aunque sea el IVA?”
¿Qué gana el gobierno con esto? Muy fácil, dinero. Pero eso sí con estilo. Porque si algo han aprendido los gobiernos del siglo XXI es que no hay nada más rentable que legalizar algo que antes era un poco “turbio” y luego cobrar impuestos por ello.
Al regular y aceptar pagos en cripto, el gobierno puede. Rastrear transacciones que antes se movían como sombras ninja entre blockchains.
Cobrar impuestos sobre ganancias de capital, incluso si esas ganancias vienen de vender NFTs con cara de gato deprimido.
Poner a los ciudadanos cripto a declarar renta, lo cual ya es una joya de ironía. Y no nos engañemos, declarar criptomonedas en la renta no es solo un ejercicio contable. Es una carta de amor fiscal al Estado. Un “te amo tanto que hasta te cuento cuánto gané con PepeCoin”.
Bueno, además para los ciudadanos, de la satisfacción de ver cómo la libertad financiera ahora viene con formularios, algunas cosas interesantes. Mayor seguridad jurídica, si mañana Hacienda te pregunta por qué moviste 2 BTC a una wallet con nombre de caricatura japonesa, al menos podrás decir que fue “dentro del marco legal”.
Facilidad para hacer pagos, desde impuestos hasta servicios, poco a poco más entidades aceptarán cripto. Lo cual es muy útil si te sobra Solana pero te falta efectivo.
Posible atracción de empleos y empresas fintech, o sea, “posible”, porque también podrían atraer influencers con cadenas de oro y promesas de staking eterno. Unos por otros.
Panamá ha decidido que si no puedes vencer a las criptomonedas, al menos puedes convertirlas en ingresos fiscales. Los ciudadanos ganan un marco más claro y por su puesto más impuestos, el gobierno gana acceso a un universo de ingresos donde antes solo había gifs animados y promesas de libertad absoluta.
Así que ya sabes, si antes decías “yo invierto en cripto porque odio al sistema”, ahora podrás decir “yo invierto en cripto porque odio al sistema, pero igual le pago impuestos a la alcaldía de Ciudad de Panamá”. Porque en este juego, el único token verdaderamente universal... sigue siendo el que se paga en impuestos.