Hace unos meses, China, sí, ese país que produce desde satélites hasta encendedores con linterna y radio, decidió prohibir la minería de criptomonedas. ¿La razón oficial? Preocupación por el medio ambiente. ¿La razón real? Bueno... imagina te que tus ciudadanos están haciendo millones en cripto sin pasar por caja del Estado. ¿Qué harías tú? Exacto.
Hace unos meses, China... sí, ese país capaz de fabricar desde un cohete espacial hasta un sacacorchos que también funciona de linterna y radio FM, decidió que la minería de criptomonedas era el enemigo público número uno. ¿El argumento oficial? Cuidar al planeta. ¿La traducción real? Que sus ciudadanos estaban minando billetes digitales sin pasar por la caja del Estado. Y claro, si tus ovejas se ponen a producir oro fuera del corral, ¿Qué haces? Exacto, las devuelves a palos y cierras la puerta con llave.
La narrativa fue brillante, en primer lugar usando la contaminación, el comodín favorito de cualquier gobierno cuando necesita parecer moralmente superior. Que si el consumo eléctrico, que si el CO₂, que si las centrales a carbón, que si la energía nuclear… un drama digno de Netflix. Y mientras tanto, uno desde casa pensando “¿Y las renovables, señores? ¿Se las comió el panda?”. Porque, vamos, ahí están la solar, la eólica, la hidráulica, incluso la undimotriz (sí, existe), todas durmiendo el sueño de los justos. Pero claro, eso no vende tanto como el apocalipsis climático patrocinado por el Partido y la ONU.
Lo gracioso es que en otros rincones del planeta como son Islandia, Canadá, hasta algún loco en su garaje con paneles solares, ya estaban minando de forma verde. Pero en China, en lugar de modernizar, optaron por el botón rojo, apagarlo todo y mandar la propaganda a explicar que fue por “el bien común”.
El resultado inmediato fue que los mineros hicieron las maletas con sus máquinas, tokens y Wi-Fi, rumbo a países donde las reglas son menos estrictas y el sol pega más fuerte para alimentar placas solares. China, por su parte, logró reducir consumo eléctrico… pero también recaudación. O sea, un “win–lose” disfrazado de victoria moral con fuegos artificiales.
Ahora bien, que nadie se confunda, pensar que China se retiró del mundo cripto es como creer que un gato se volverá vegano. Una cosa es prohibir en público y otra muy distinta es estar metiendo la mano por debajo de la mesa en silencio. Y si no, tiempo al tiempo, cuando vean que hasta tu tía invierte en criptomonedas desde Coinbase, ellos también querrán su parte del pastel digital.
Porque sí, las criptos siguen vivitas y coleando, mientras los chinos ya planean su “gran regreso triunfal” con monedas estables y experimentos en Hong Kong. La minería no murió, simplemente se mudó a un lugar con menos reglas, más sol y, probablemente, menos pandas vigilando.
Así que ya sabes: mientras China juega al “te prohíbo pero me apunto en secreto”, tú puedes ir empezando con calma. Y no, no hace falta convertir tu sótano en un villano de James Bond lleno de servidores. Con plataformas como Coinbase (sí, esa que hasta tu tía usa), pudés arrancar con unos euros y sin riesgo de que te corten la luz por “salvar el planeta”.